miércoles, 17 de octubre de 2012

Las Cuerdas y el Orden. (viaje a la nada)




 Bajan calles, silenciosas, vacías,
bajan recuerdos y olores,
bajan siglos que se escapan,
gaviotas que vuelan,
pequeñas y a lo lejos.... el mar,
quieto y sereno.
 La herida se cierra, muy lejos.
 Más allá aún,
el grito de espanto,
se torna cadencia.
 Profunda imagen, profundo saber,
profundo misterio.



Este espíritu atormentado
que viene a remover en las entrañas,
a cambiar el orden de las cosas
en sus fases más profundas.
 Esta fuerza renovadora,
dolor y silencio,
no hay nadie.
 Enormes distancias que en el acto
se recorren.
 Cielo rojo, intenso,
tierra y árboles negros,
y un absoluto silencio.
 Cadencia, poniente, cálido y etéreo.
 El espíritu y la imagen
que tras de sí deja.





 Melodías que vienen de abajo,
mares y continentes.
 Enanos de miradas de fuego.
 Bosques de humo en el lento otoño,
con olor a muerte, con olor a vida.
 Hileras de árboles, rojizos y blancos,
que se pierden en un plano enorme,
más lejos que nunca.
 Muchedumbre que se mueve
y trenes que pasan volando, de color marrón,
como viejas fotografías.

 Luces que descubren pequeñas grietas
donde todo enmudece, grandioso silencio,
intensa vida de paz infinita, de creación luminosa
que como una sombra inquietante
se cierne sobre todos nosotros,
miedosos, esquivos y risueños,
no queremos saber.
 Escépticos,
              insensibles,
                              demasiados.




Los coches pasaban con furia,
ambiente saturado de sonidos, colores,
destellos, olores, multitudes.
 Me paré junto a un árbol negro
y de hojas amarillas,
medité en silencio.
 Nada de toda esta inmensa algarabía,
está en mi corazón,
mi alma secreta y grave,
respira el aire de lo nuevo,
de lo venidero.
 Escucha sonidos distintos,
se pasea movida por suaves y luminosas brisas.
 Extraño éxtasis que provoca y potencia
el saber profundo.
 Todo se puede alcanzar,
y todo se puede entender,
sin que nada tenga que cambiar,
no hay que atacar ni agredir.
 Cuando todo ataca y agrede,
cuando el ambiente se satura,
hay que parar junto a un árbol negro
y de hojas amarillas,
y en medio de la algarabía,
meditar en silencio.




 La vida penetra en mi
y respiro fuego.
 Tejo una red de puntos luminosos
que suspendidos se proyectan
hacia nuevos e infinitos horizontes.
 Me pierdo en uno y estoy en otro.
 Soy la aguja que penetra y teje,
que construye esta malla
donde seducidos quedarán atrapados
los misterios de la vida,
y estallará en mil pedazos
y sintiéndome en cada uno,
comprenderé, que ya no tiene sentido.
 Que otros sentidos.
 Que nuevos sentidos.


               



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