viernes, 27 de julio de 2007

El orden y el caos








Hay un orden.
Hay un caos.
El orden es complejo, es la suma de muchos razonamientos sencillos.
El caos es indivisible y siempre complicado.
Los razonamientos sencillos encadenados alumbran lo complejo, el orden que se sustenta en la armonía, un camino cuyo fin es el continuo crecimiento, continuo movimiento ordenado de múltiples razonamientos sencillos que no parece tener fin.
El caos te complica y te atrapa, hundiéndote en la mediocridad o en el abismo espiritual.
Si tienes un caos dentro de tí, alumbrarás un abismo.
El orden no se obtiene enfrentándose a nada ni nadie, ni tampoco poniendo de manifiesto a los contrarios. En el orden no hay contrarios, no hay bien y mal, día y noche, amor y odio, hay un movimiento creativo que se descubre en él y para él. Nada que provenga del caos lo puede ver.
Para sintonizar con el orden, hay que practicar la disciplina y la vida interior. Unidas darán la manifestación de nosotros mismos, nuestra individualidad, vamos poco a poco mostrando y descubriendo hasta donde nos proyectamos.
El orden es omnidireccional, cada dirección da nuevas omnidirecciones, como capas superpuestas, pero no arriba y abajo sino visibles e invisibles. Se entrelazan y tocan.
Da una perspectiva múltiple de cada cosa y a su vez cada cosa se convierte en múltiples perspectivas.
La fuerza armónica e hipnótica de lo visible, viene de lo invisible y viceversa.
La disciplina de lo visible, es la luz de lo invisible.
El caos te atrapa en la infinitud, en el ser o no ser, en la vida y la muerte.
El orden es visible e invisible al mismo tiempo. No se puede disociar una cosa de la otra pues es lo mismo. No se puede medir aritméticamente.
Al igual que no se puede poner lados a una circunferencia, no se puede trazar el orden. Sólo podemos sintonizar con él y sentirnos. El bucle que se forma en ese momento, reacciona en nosotros y nos hace crecer sin sentirnos grandes. Sentimos armonía. El orden fluye en sí mismo, por su propia naturaleza, en su propio hacer.
Hay que tener la vista y oídos muy finos, pues el orden está sin ser visto y oído. Tenemos que educar nuestros sentidos para sintonizar con él. Hay que practicar para educarlos, y en dicha práctica aparece y sintonizamos con él.
Somos nosotros los que tenemos que ir al orden
El hombre es la consecuencia de una situación extrema, somos el resultado de un límite. Siempre apelamos a nuestros principios, es decir llevar las cosas al límite, para pasar a nuevas fases o eras. Dimos un salto enorme en una situación límite para convertirnos en hombres, las seguimos creando para seguir evolucionando.
Para construir algo, destruimos, y no sólo lo que está a nuestro alrededor, sino también lo que está en nuestro interior. En nuestra mirada y gestos, se percibe el dolor que nos produce esta forma de avanzar.
El individuo aparece cuando sintoniza con el orden, en el caos no hay individuos, sólo tiene valor lo que parece diferente. Esas diferencias vienen dadas por la cantidad y las formas externas.
Desde el caos se construye un mundo que parece interesante y entretenido, lleno de efectos que nos mantienen ocupados, y de metas que cuando las alcanzamos, sentimos vacío e insatisfacción, pues nada contienen, sólo gas que se volatiliza y desaparece. Vivimos en un mundo físico de gas que continuamente se volatiliza y desaparece. Un mundo donde nos sentimos perdidos e inseguros, pues hasta el suelo que pisamos se volatiliza y desaparece. Todo el brillo de nuestro mundo, es sólo gas que se volatiliza y desaparece.
En el caos todo se relaciona con tensión, desconfianza, ansiedad, estrés y violencia, pues cuando tratas de vestir y adecentar lo complicado, éste te pasa factura.
En el orden, todo se relaciona de forma armónica y serena. La serenidad es un síntoma del orden, también la paciencia, así como la capacidad de penetrar y comprender las cosas en su estado natural, y lo están, cuando te relacionas con ellas en armonía.
El orden está en el hombre. Está dentro de ti y de mí. En cualquier sitio que puedas imaginar, se encuentra esperando a que sintonices con él.
La humanidad se refleja en nuestro corazón y viceversa. La humanidad está enferma, por tanto nuestro corazón también ¡Tenemos que limpiar nuestro corazón! Si limpiamos nuestro corazón, sanaremos a la humanidad. Todas las atrocidades que el hombre comete, se reflejan en nuestro corazón, por eso no debemos de buscar lo atroz fuera de nosotros, para evitarlo y sanar el mundo, tenemos que limpiar nuestro corazón y hacer que brille con toda su pureza, con toda su profundidad y misterio.
Si tenemos buenos deseos e inquietudes pero no los realizamos, nos convertimos en seres pasivos. La pasividad nos lleva al caos. Sólo la acción nos puede conducir al orden. Sin acción no hay orden. Las buenas intenciones no realizadas son tan culpables como las acciones atroces, son nuestro mayor enemigo.
La acción comienza con lo más próximo, contigo y lo que tienes al lado. No trates de resolver los grandes problemas, tienes que resolver lo próximo, lo que tienes al lado, lo cotidiano. Los grandes problemas se resuelven con lo próximo.
Si no resuelves lo próximo, generas violencia y caos. No trates de acabar con las guerras sin resolver lo próximo, lo de al lado. Ama lo que te rodea, genera orden, sintoniza con él. Así acabas con la guerra. Nada que no empiece por lo próximo, te lleva al orden. El orden empieza en la acción con lo próximo, lo de al lado.
El orden es valiente, el caos cobarde. El orden es silencioso, el caos vocinglero.
No hay camino hecho que te lleve al orden. El camino que te lleva al orden, haz de hacerlo tú. Tienes que construir ese camino.....

Javier Segura

No hay comentarios: